¿Sabéis aquél que es un tío que se muere un lunes, y dice… «pues sí que empiezo bien la semana…»?
Pues eso. Como es lunes, vamos a empezar de buen humor, que sólo faltan otros siete días para el próximo lunes. Y nada mejor que presentaros a esta manada, nunca mejor dicho, a este rebaño, a esta camada, a esta…
—Bueno, si empezamos a faltar nos vamos, ¿eh?
—Usted perdone, Miss Clueca, pero es que no me va a negar que son ustedes unos animales…
—Pues usted un borde. Que lo sepa.
—Huy, lo que me ha dicho. Y yo que le iba a preguntar si estaba poniendo un huevo o viendo crecer la hierba… mejor le pregunto a la tortuga.
—A la tortuga no, que la última carrera que le eché le gané por dos husos horarios.
—Sí, ya, Don Mizifuz, pero es que para eso es usted un gato. Por cierto, le veo con muchas confianzas con Miss Clueca: ¿qué es eso de pasarle el brazo por encima? ¿No ve los ojos que se le están quedando al búho?
—¡Uh-uh! ¡úh, uh! ¿Uh-uh?
—Vale, lo que usted diga, Sr. Búho. ¿O es usted Lechuza? Es que no quiero equivocarme de género, o génera.
—Úh, uh.
—Ah, vale. Ya veo.
Bueno. Les dejamos ya, que tienen que trabajar. Así que ¡bichos, a sus puertas! Que para eso son topes sujetapuertas decorativos. Para proteger a nuestras puertas de los golpes y a nuestros nervios de los portazos intempestivos provocados por las corrientes de aire. Pones a un bicho de éstos a vigilar, y listo. Adiós portazos.
Su funcionamiento es analógico, o sea, como de toda la vida. Los colocas y ya está. No llevan pila, sino arena. y nunca abandonan su puesto. Por mucho que se aburran.
Palabra.