Hay muchos tipos de sobres: los sobres de cartas, los sobresalientes y hasta los sobresueldos, aunque esos no los pillas a no ser que seas tesorero de un partido.
Pero el sobre más interesante es aquél en el que pasamos la mayor parte de nuestra vida: las sábanas entre las que nos deslizamos todas las noches para dormir, igual que la carta se desliza en el sobre de papel.
Y claro, cuando empieza a apretar el frío, siempre pasa lo que pasa:
—Cari ¿por qué no te vienes a la cama?
—Mhhmmm… siempre estás pensando en lo mismo.
—No, si yo lo que quiero es que me calientes un poco, que la cama está muy fría…
—¿Lo ves? siempre estás pensando en lo mismo.
Sin embargo, con estas sábanas térmicas o sábanas polares, como prefieras llamarlas, el tacto es tan gustoso, el calor tan instantáneo y la sensación tan amorosa que tu problema no será irte a la cama, sino ser capaz de salir de ella por las mañanas.
Son sábanas que no tienen la frialdad inicial de las de algodón, sino que ya de entrada invitan a arrebujarse, a apretarse, a sentir la caricia de su tejido suave y a otras cosas que no decimos por no subir el tono, que al fin y al cabo este blog es apto para menores.
Tienen tres grosores diferentes (130, 180 y 290 grs/m2) respectivamente, para fríos M, L y XL, pero cualquiera de ellos llenará de calorcito tus noches y hará que se te peguen las sábanas más que la gomina al pelo de Cristiano Ronaldo. Y las hay para todas las camas y de todos los colores.
Y una vez puestas, esto es lo que pasará:
—Cari, ya no hace falta que te vengas a la cama. Ya me caliento yo con las sábanas térmicas.
—¡Que te crees tú eso! A tí no te calienta nadie más que yo. ¡Espera que voy!
Ya lo veis. Son los sobres más calentitos, a execpción de los que se dan en las tesorerías de los partidos políticos.
Si queréis más información sobre las sábanas térmicas, aquí la tenéis.