A ver: vas a abrir un bote hermético de cocina. Y lo miras, pensando «mira qué majo, el bote». Intentas abrirlo pero no se mueve ni un nanómetro. Y frunces el ceño, y dices, «vaya, con el bote».
Lo vuelves a intentar y no hay manera. Y ya dices «¡vaya con el jo**** bote!» Pruebas de nuevo y ya te duelen los dedos. Y comienza el nerviosismo y empiezas a gritar «¡Me c*** en el bote!
Pero te calmas, coges fuerzas y vuelves a la carga. Casi te dejas la piel de la mano, los tendones de las articulaciones crujen como un barco de madera en una tormenta pero el bote sigue ahí, con su tapa incólume y hasta se te figura que se rie de tí.
Es entonces cuando se te pone la cara como un tomate, se te marca las venas de la sien y gritas «¡me c**** en el p*** bote de los c***** y en la m**** que lo p****!» Y cosas más feas aun. Pero da igual, el bote no se abre.
Y esto le preocupa mucho a la Real Academia de la Lengua: a ver ese lenguaje, por favor. Y por eso existe nuestro humilde protagonista de hoy: el abrebotes herméticos de cocina. El único recomendado por la RAE.
Tiene la tecnología de un palo y su diseño es más simple que las neuronas de Paquirrín, pero funciona. Gracias a su perfil en V y a su gruesa tira de goma lateral, simplemente se ajusta al perfil de la tapa del bote y ¡clic! con un ligero giro de muñeca el bote se rinde. Incondicionalmente. Y ya te puedes comer los pimientos de Piquillo, con toda la calma.
Y así, la próxima vez que abras un bote, dirás: «¡cáspita! qué hermoso bote y qué sabrosos pimientos».
Y es que no cuesta nada hacer feliz a la RAE. Este humilde pero maravilloso artilugio lo puedes encontrar en el departamento de utensilios de cocina de latiendawapa.