Vamos a ser sinceros desde el principio: estos ramos de rosas no son de verdad.
A ver si nos explicamos: de verdad sí que son, o sea, que se pueden tocar y son sólidos, es decir que existen realmente, no son un holograma. Pero no son de verdad, o sea que no están hechos de planta, a ver si nos entendéis, que nos estamos haciendo un lío.
Para decirlo de otra forma: no hacen la fotosíntesis. Trabajo que se ahorran, porque hacer la fotosíntesis tiene que ser complicadísimo. Nosotros lo hemos intentado y nada, imposible.
Pero aunque no hagan la fotosíntesis lo que sí hacen estos manojos de rosas artificiales es alegrarnos la vida. Los pongas donde los pongas.
Como os decíamos, no están hechas de planta: están fabricadas a partes iguales con tela y realismo, mucho realismo. Son tan realistas que pones varios manojos juntos y ya tienes un ecosistema. Y enseguida te aparecerá Sir David Attenborough para hacer un documental.
Sirven para muchas cosas: decorar, alegrar, poner en una mesa, en un jarrón, en una cama… pero ¡ojo! hay dos cosas para las que no sirven.
La primera cosa que no hacen es polinizar. Lo sentimos abejas; para ese tipo de guarreridas tenéis que iros al campo. Y la segunda cosa para la que no sirven es para regalar en San Valentín. Porque entonces corres el riesgo de que las usen contigo para otra de las cosas para las que sí sirven: darte con ellas en la cabeza.
Ese día, regálale rosas de verdad (o sea, de las que hacen la fotosíntesis).
Para los otros 364 días del año tenéis estas. Y las podéis ver (mejor dicho: las podéis admirar) aquí, en la tienda.