—Verá, Doctor. Los felpudos me hablan. No, de verdad, yo no estoy loco. Bueno, algo sí, no se lo voy a negar, especialmente las neuronas impares me dan bastante guerra, pero no es eso, se lo juro.
Es que a cada sitio que voy las puertas me dicen cosas. Cada vez que pongo los pies en las entradas de las casas siento así como voces, como mensajes, que me persiguen como el dinero a Botín o la elegancia a George Clooney.
Veo tipos paranoicos perseguidos por ancestros humanos, veo mensajes que me impiden olvidarme de la cartera y las llaves, veo naves en llamas más allá de Orión… ah, no, eso es de otra peli.
Pero de verdad, doctor, se lo digo sin malos rollos, porque ni siquiera me dejan tener malos rollos, doctor, qué no se qué hacer, si hasta las voces me hablan en idiomas, y deben tener trastorno bipolar porque dicen Welcome y Goodbye a la vez, que eso no es normal doctor, que es una cosa o es la otra.
Dígame, Doctor, por favor, ¿qué tengo?
—Hmmmm… el diagnóstico es muy claro: tiene usted felpudos de latiendawapa. Son felpudos originales, con mensaje y sentido del humor. Y la verdad que le alabo el gusto. ¡Ah! y lo siento, pero no tiene cura. Haberlo pensado antes.
—Ya. Y oiga, doctor, ya puestos… ¿no le importará que le deje aquí mis malos rollos, no?