Ya sabéis que nuestros cestos de ordenación de tela o pongotodos, son, entre otras muchas virtudes, plegables.
El problema es que teníamos que demostrar cómo se pliegan y para ello íbamos a recurrir a una compleja explicación técnica que iba a poner a todas nuestras neuronas (sí, a las tres) en estado de máximo estrés y a hacer este post más incómodo que una bañera forrada de terciopelo.
Por eso hemos decidido demostrarlo con una imagen, que, como sabéis, vale más que mil palabras (1.027, para ser exactos) y refleja fielmente lo que queríamos demostrar (quod erat demonstrandum.)
Es que estaréis de acuerdo en que solo hay una cosa mejor que un poco de latín al levantarse: ver un orden inmaculado en nuestras habitaciones y cuartos de baño. Y nuestros cestos pongotodo son el instrumento perfecto para el orden, del mismo modo que el ajedrez es el deporte perfecto para hacer dieta: te puedes comer un caballo y no engordas.
Son utensilios esencialmente prácticos; no pretendáis conseguir con ellos replicar la decoración de Isabel Preysler, porque entonces se ponen nerviosos, pero ni falta que hace: con ellos decoráis a vuestro aire, con colores vivos y alegres, alimentándolos de cachivaches, juguetes, ropa sucia, o cualquier otra cosa que os venga al pelo. Incluso podéis meter a los peques cuando se portan mal.
También íbamos rastrear la procedencia etimológica de la palabra pongotodo, pero como con una dosis de latinajos ya hemos tenido suficiente, lo dejamos pasar. Aunque sospechamos que viene de pongo, de poner, y todo, o sea, de ehhh… todo.
Estos útiles y serviciales cestones de ordenación son plegables, confeccionados con tela de poliéster lavable y resistente.
El cierre superior es de cremallera y tienen asas para moverlos con facilidad. Si queréis más detalles, tenéis estos y otros pongotodos disponibles en la tienda, pinchando aquí.
Y si estos modelos ya se han agotado, seguro que hay otros igual de chulos.