Las alfombras blancas son un recurso tan interesante como poco usado para decorar y vestir los suelos. Por eso queremos dedicarle este post al discreto encanto minimalista de las alfombras blancas, o a lo que las alfombras blancas pueden hacer por tu decoración.
El encanto del color blanco
El color blanco es lo que consigues si fotografías un oso polar andando por un bloque de hielo en una nevada. O si te zambulles en una piscina de bolitas de porexpán. O si te topas con un Unicornio, que son blancos de toda la vida, aunque vayan dejando un rastro de polvo mágico arcoiris.
También era blanco el caballo blanco de Santiago y hasta las cebras son blancas con rayas negras, que no al revés. El blanco es el color de la pureza, por eso las novias se casan de blanco, como el Papa (no es que el Papa se case, sino que también va de blanco).
La paloma de la paz es blanca, blanco era el lienzo de La Gioconda antes de que lo pintara Leonardo y blanco es el arroz con leche, antes de echarle canela. También llaman blanco al vino aunque sea amarillo y hay un mar llamado Blanco a pesar de que es azul.
Ya ves que el blanco está en todas partes. Por eso es sorprendente que en lo tocante a alfombras, las alfombras blancas brillen por su ausencia en la mayoría de las casas y decoraciones.
Las alfombras blancas de vinilo
Tal vez será porque las cosas de casa blancas tienen un problema endémico, más grande que el ego de Cristiano Ronaldo: la facilidad que tienen para atraer a cuanta partícula de suciedad haya en varios kilómetros a la redonda.
Por eso de manera automática nos hemos fijado en las alfombras de vinilo a la hora de pensar en alfombras blancas, ya que son las únicas que nos permitirán mantenerlas prístinas, inmaculadas y blancas como el primer día.
No es que las alfombras de pelo estén mal, sino que la propensión de las alfombras de pelo a acumular polvo y suciedad junto con lo manchadizo de los tejidos de hilo hacen una combinación muy mala de mantener, solo apta para ambientes de mírame y no me toques: nada práctico para la vida diaria, y no te cuento si tienes niños o mascotas.
Por eso si es conveniente que cualquier alfombra en general tenga que ser práctica, una alfombra blanca lo ha de ser forzosamente.
Y para eso las alfombras de vinilo no tienen rival, con su superficie lisa que no acumula polvo y su facilidad de limpieza con cualquier medio: paño húmedo, fregona e incluso algodón con alcohol para manchas rebeldes.
Las posibilidades decorativas de las alfombras blancas
No penséis que las alfombras blancas solo valen para decorar el vestuario del Real Madrid (que también) sino que también sirven para más cosas. E incluso las puedes usar si eres culé.
Las alfombras blancas son ideales para muchos usos y ambientes.
Por ejemplo, para cualquier tipo de ambientes minimalistas, en donde tener blanco como base en el suelo será como la harina de la masa de la empanada: el ingrediente a partir del cual se edifica todo lo demás.
Para las decoraciones minimalistas, de estilo nórdico escandinavo y similares, una alfombra blanca aporta el punto de partida para conseguir la serenidad desde la que construir una decoración tranquila pero llena de vida, adulta, madura y sin estridencias.
Ya ves que es la modestia personalizada.
Por eso, si tu decoración está más despistada que Picasso pintando un tomate en su Época Azul, comienza por el blanco.
La mejor base para una decoración sin límites
Como los buenos actores secundarios, una alfombra blanca no solo se lucirá a sí misma sino que hará lucirse a los protagonistas principales, ya que cederá gentilmente el foco a los muebles auxiliares y complementos que le pongas encima, que destacarán por contraste.
Ayudan a hacer ambientes y a crear espacios.
Contribuyen a aumentar el tamaño del espacio percibido, porque una habitación con una alfombra blanca parece más grande que con una alfombra oscura.
Es el mismo fenómeno que hace que de dos coches idénticos, uno blanco y uno negro, nos parezca visualmente más grande el coche blanco.
Por ejemplo, buscando los contrastes con negros, rojos y colores fuertes, creando decoraciones enérgicas y vitalistas.
O creando ambientes relajantes con otros muebles y complementos de decoración blancos, salpicados por accesorios madera clara aquí y allá.
Y muchas posibilidades más: en cualquier caso una alfombra blanca en lugar de limitarte te abre posibilidades.
Terrazas y exteriores, hábitat natural
Si en las distancias cortas es donde una colonia de hombre se la juega, en las terrazas y exteriores es donde una alfombra blanca demuestra su potencial.
Ya sea para usos domésticos en porches y jardines o en usos turísticos y comerciales, una alfombra blanca se distingue y distingue.
Y no es que tengas que hacer forzosamente un ambiente chill-out; es que la alfombra blanca en exteriores, particularmente en verano, es tan natural como un gazpacho y tan agradecida como un refresco bajo una sombrilla.
También la puedes utilizar para hacer Zen, para poner debajo de una mesa o lámpara negras, o simplemente para colocarlas en en suelo y contemplarlas en un rapto de éxtasis níveo.
Estas alfombras blancas de vinilo que ilustran el post han sido fabricadas con espíritu minimalista, con un cuerpo fino de apenas 3 mm de grosor, de modo que el suelo y ellas son como el uno y el dos: siempre están pegados.
No llevan cenefa ni nada que estropee su minimalismo y pureza de diseño.
En resumen: para quien lo sepa valorar y utilizar, las alfombras blancas son un gran recurso para decorar los suelos.