Todo en esta vida tiene sus reglas y sus leyes, y las alfombras no son una excepción.
Y da igual que seas de esas personas que la única ley que obedecen es la de la Gravedad, y para eso porque no tienen más remedio.
Porque tener en cuenta los mandamientos de las alfombras no nos va a suponer ninguna penitencia, ni iremos al infierno o al purgatorio si no los cumplimos. Simplemente nos ayudará a tener una casa más bonita, con los suelos orgullosos de sus bonitas alfombras.
No te engañes: poner una alfombra sin ton ni son es como fiarte de las actualizaciones de Windows 10: puede ocurrir cualquier cosa.
E intentar tener una buena decoración sin la alfombra adecuada es como intentar hacer zumo de la Naranja Mecánica. Un imposible. O como hacer malabarismos con la motosierra: técnicamente posible, pero peligroso.
Por eso, como si Moisés acabara de bajar del Reino de las Alfombras, vamos a ofreceros un decálogo de mandamientos de las alfombras, para tener a tus alfombras contentas y felices.
Aunque podríamos incluir un mandamiento número 11, que dice que no tienes que sujetarte a alfombras ya hechas de medidas fijas, sino que puedes experimentar con las alfombras a medida de diseños originales e innovadores que nos ofrece hoy el mercado.
Los 10 mandamientos de las alfombras
1.
Tendrás en cuenta la alfombra al decorar la habitación
Sí, ya sabemos que no siempre es posible, porque la decoración de una casa es algo vivo, en la que se van sucediendo cambios continuos que no siempre se pueden prever ni enlazar unos con otros.
Pero siempre que se pueda, sería un error no tener en cuenta la alfombra como parte integral de la decoración.
Ten en cuenta la alfombra a la hora de planificar el diseño, delimitar planos de color y crear las diferentes zonas en las habitaciones.
Combina texturas y colores, buscando o evitando contrastes, según tus gustos, utilizándolas como regulador de la temperatura e intensidad de color.
Igualmente las alfombras son grandes definidores de estilos: la misma habitación puede parecer otra si eliges una alfombra lisa, una moderna o una de estilo persa, por ejemplo.
2.
Elegirás el material adecuado para la alfombra
El material con el que está fabricada una alfombra es muy definitorio de su estilo y del aspecto que queramos conseguir.
Pero además, también está muy ligado al tipo de uso que demos a la alfombra. Por ejemplo: no usarás una alfombra delicada en el recibidor.
Y en la habitación de juegos de los niños utilizarás una alfombra resistente, bien trotona y lavable de algodón o dura y robusta de vinilo, por ejemplo.
Si buscas calidez utiliza yute, lana, chenilla o alfombras con pelo, pero si buscas funcionalidad (sin renunciar a tener una alfombra acogedora) utiliza materiales sintéticos y resistentes como el vinilo o polipropileno.
3.
Elegirás el tamaño adecuado de la alfombra
Es que en las alfombras, como en otras cosas, el tamaño sí importa. Y tanto por grande como por pequeña, que se pueden cometer los dos errores.
Elegir el tamaño adecuado de la alfombra es un arte en sí mismo, del que ya os hemos hablado en este blog.
El tamaño adecuado de una alfombra tiene varios requisitos.
Debe permitir que la alfombra se vea en todo su esplendor. Que deje respirar al suelo que tenga alrededor, Que refuerce la imagen de aquello a lo que complementa, tanto sea una mesa como sofás, sillas o un espacio abierto como un recibidor.
¡Ah! Y en el caso de mesas con sillas, siempre debe quedar alfombra suficiente para que se retiren las sillas al levantarse.
4.
Permitirás que la alfombra se luzca y que haga lucir
Es que, como todo el mundo, las alfombras tienen su corazoncito, su vanidad, y les gusta lucirse.
Y da igual que tu alfombra sea más simple que un compás de 2×2 o más complicada que una ecuación de cuarto grado: si das con la tecla y permites que se luzca hará lucir también a lo que tenga a su alrededor.
Lucirse significa que debe dársele el espacio necesario para que se vea y para que ‘respire’, sin agobios ni otros muebles que la cerquen y le quiten perspectiva.
Y a la inversa, si la alfombra intenta tapar otras alfombras, muebles o complementos de decoración hará como el perro del hortelano, que ni comía ni dejaba comer. (Es que ya lo dijo Manquiña: “vamos a llevarnos bien, que si no…”).
5.
Pisarás la alfombra con zapatillas
O con los pies descalzos. O con calcetines. Pero con los zapatos, lo menos posible.
Y cuando lo hagas, que hayan sido vigorosamente limpiados en el felpudo, que para eso es el encargado del trabajo sucio (alguien tiene que hacerlo, al fin y al cabo).
Si los zapatos no se han limpiado bien pueden manchar y añadir polvillo a la alfombra, que se puede ir acumulando. Y aunque estén bien limpios siempre es un calzado más duro y agresivo.
Además, lo que realmente gusta de una alfombra es pisarla a lo blandito, descalzos o con calcetines.
6.
La cuidarás y tendrás cuidado de no mancharla
Parece obvio, porque no vamos por la casa intentando manchar las cosas adrede, pero en muchas ocasiones podemos hacer más por mantener las alfombras limpias.
Especialmente con las cosas de comer (ah, que ya te habías dado cuenta el día que comiste en el sofá el helado de chocolate sobre la alfombra blanca). Vale.
Entonces en este apartado ponemos un PA (progresa adecuadamente), no sin antes recordarte las normas sobre los zapatos sucios del apartado anterior.
Y respecto a las criaturas pequeñitas y revoltosas… qué te vamos a decir. Como es difícil evitar que manchen por medios legales (angelitos), la mejor manera de evitar manchas es la prevención o amenazarles con desconectar internet (ya sabemos que no lo harás, pero…)
7.
Le pasarás la aspiradora
Casi todos los tipos de alfombras admiten la aspiradora, así que no se la vamos a regatear nunca.
Tampoco hace falta a diario, pero dependiendo del tipo por lo menos una o dos veces por semana le pasaremos el aspirador, bien a mano, o bien un robot (siempre que se pueda subir).
Las de pelo más largo son las que más lo necesitan para no acumular polvo y suciedad en lo más recóndito y profundo (no vaya a ser que algún día pudiéramos hacer un documental de fauna y flora).
Para éstas hay que tener cuidado con no pasarles aspirador de rodillo, que podría dañar o abrir los hilos. Asegúrate con el fabricante o vendedor.
8.
La limpiarás a fondo cuando corresponda (y como corresponda)
Cuando la limpieza regular no sea suficiente la limpiarás a fondo. Y lo que es más importante, a cada alfombra le aplicarás el método de limpieza que le corresponda.
Hay alfombras muy sufridas y prácticas para eso (las de vinilo se llevan la palma en ese aspecto) que podremos limpiar casi de cualquier forma y luego tenemos alfombras súper delicadas cuya limpieza deberemos confiar a profesionales.
9.
Sabrás qué hacer cuando la manches
Nadie quiere pinchar una rueda, pero a veces ocurre. Y como no siempre tendremos un amable camionero que pasaba por allí y nos la cambiará, es importante saber cómo tenemos que reaccionar.
Ya os hemos hablado sobre la limpieza de alfombras, y a esa guía de limpieza de alfombras nos remitimos para el tratamiento de cada tipo de manchas en cada tipo de textura.
Como norma, hay que actuar lo más rápido posible. Tan importante es saber lo que hay que echarle a la alfombra como lo que no hay que echarle, ya que tratar una mancha con un producto no recomendado puede empeorar las cosas. Como echarle chorizo a la paella, para entendernos.
La mayoría de las veces un paño húmedo será suficiente, salvo que la alfombra en particular no admita el agua.
Los productos que empleemos, incluso el agua, se deben echar en trapo con el que limpiemos, no directamente en la alfombra. Y en caso de duda, prueba primero en un pequeño fragmento poco visible.
10.
La cambiarás cuando llegue el momento
A todo en esta vida le llega su final. Hasta a Cuéntame, o Los Simpson. Así que el día que tu alfombra acuse el paso del tiempo y pida un relevo, no tengas compasión y no lo dudes.
Hazle un funeral con honores, recíclala y ponte a pensar en tu próxima alfombra. Y para que te dure tantos años y te quede aún más bonita que la anterior, no tienes más que seguir este decálogo.
Y disfrutar otros tantos años de alfombra nueva.